Escabullirse entre tus dedos
como un verso viejo, impenetrable,
y discurrir despacio entre tus labios
para morir marchito entre tus ojos
es lo que aspira mi alma pasajera
que se magulla suavemente entre tus dientes.

No tu candor inquieto
busca mi espíritu descalzo y ciego:
es tu locura insana
que te desnuda y te humedece incierta.

Languidecer en tus cabellos
con el aroma tácito del cuerpo
beneficiario espeso de tu nombre:
es sacudirte incólume
entre mis manos tersas solazadas.

Tu piel se desdibuja,
forma jirones, adivina tactos,
es tu dulzura amarga,
prohibida acaso, acaso pasajera.

No me sonrías de modo
que regurgite a espasmos tus caderas
y entre mis labios tersos
se distribuya el tiempo de tus alas,
porque es divino el egoísmo
de poseer tus ojos y tu gesto
entre tus piernas ágil y nervioso.

Es este sueño oculto
la lobreguez ingente de tus ecos
que en mis oídos suenan
como cascada estoica y cristalina:
tu beso es el fantasma de mis noches
y el pedregal de todas mis mañanas.

Te has acusado sola:
tu viento atemporal te ha delatado
y mientras cae la lluvia entre tus piernas
me has estallado a coces vaporosas;
no te desdigas noble
que no es tu extraña luz irreversible
la saciedad eterna de mis ansias:
eres espejo insólito del aire
y senescal sangrante de mi espalda.

Yo te diré mi nombre
y a cambio quiero que me lo repitas
entrecortado y dulce, suavizado y tierno,
que la humedad que adorna tus rincones
es usufructo estricto de mis dedos:
vuelve tu cuerpo, tus acentos,
y pronunciar habré como te llames.

Es enunciar sonidos
acompasados, tristes y perpetuos
la conciliable pena de tu sueño
y la ilegal espuma de mi centro:
no te reprimas nunca
si has de volar inhóspita entre versos
porque te he capturado
en un instante exangüe y de rodillas.

Así, descontrolada,
llámame al paso interno de tus sombras
y cautivado y rota
remendaré tu piel a llamaradas:
entonces tú, equívoca y errática
descenderás a tientas deslumbrada
para encontrar solícito el tesoro.

Limpio tu nombre, limpios tus caminos
extrañaré tu piel sobre la mía
sin más reparo que el recuerdo vivo
sobre el perfume suave de tu boca:
inevitable lluvia, inalcanzable,
entre tus piernas, sobre el obelisco.

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