A navegar tu cuerpo me invitabas
en ese sueño dulce y cristalino,
donde el sudor a este bajel cautivo
por tus escollos tiernos lo llevaba.

Fue tu candor sediento entre las aguas
causa final y espejo de delirio,
que entre las olas, viéndome cautivo,
me rescato a la orilla de la playa.

Y yo nadé tu oceánico deseo
Hasta el coral perlado de tus labios,
bajo la sal sonora de tu nombre:

fui de tu beso víctima y sendero,
y descendí hasta el cáliz de tu encanto
sobre el surco exquisito de tu abdomen.

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