Eres estrella naciente
de luz espesa y prohibida,
que triste y enardecida
la voz escondes doliente.

Tu piel es suma de lino
y un par de tibios rosales,
que ocultos y memorables,
tus ojos reinan divinos.

Tu cuerpo es manto de cielo,
y un viento vivo tu canto,
relámpago entre tus manos,
ocaso dulce y secreto.

Tu voz es tibio alimento
para estos necios oídos
que rondan en tu delirio
rompiendo a gritos el tiempo.

Tu suave elixir se apresta
y labio a labio se bebe,
que no hay candor que se niegue
Al tacto impar del poeta.

Un verso inquieto navegas,
buscando en tinta palabras
que en lágrimas derramadas
naufragan en tus arenas.

Tu corazón es un río,
escándalo entre cristales
que limpio y apabullante
en presa vive cautivo.

Sal ya del sueño impaciente
y deja libre tu pecho,
porque tu amor entre versos
se nubla y se reblandece.

No te detenga el recuerdo,
y no te frene la aurora,
si acaso el tiempo demora,
no tarda tanto el deseo;

si en ti la flor se ha mostrado,
preciso es fiarte del cielo,
que en cada pétalo añejo
te nombra un verso azulado.

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